lunes, 26 de octubre de 2009

(im)personal

realmente no podría decir hasta dónde soy yo mismo, hasta dónde soy de ti, o, hasta dónde soy tú misma. Como si fueses una parte de mi cuerpo; otro par de ojos, otro par de piernas, de orejas, de labios. A veces ni siquiera me es necesario acercarme lo suficiente para tocarte con un beso, aún conservo tu sabor detrás de ellos; la savia que fluye cuando te llamo por tu nombre y me inunda la boca, o cuando te llamo mi lubísnea, mi lu, mi mito, mi plévida lumía, mi A., o D. si te invierto. No podría precisar con certeza mi propio nombre si no va acompañado del tuyo; eres mi nombre de pila, la fe de mi propia identidad.

Pero, no te lo he dicho, no te lo dije antes y, más aún, no te lo diré nunca. Así lo decidimos. Decidimos decirnos otras cosas, decidimos cerrar el pico, arrojar a la basura del olvido nuestras palabras, callarnos la puta boca. Yo te pedí el silencio y la puta lengua me arde, se me atascan lascerantes las palabras y entonces las arrojo al aire; eso sí, no sin antes impulsarlas con un tímido soplo dirigiéndolas a tu destino, a tu encuentro, a tus oidítos. Para entonces culparlo a él, al azaroso viento, de los mensajes que se te envían, así, en voz pasiva. Se te envían.

sábado, 24 de octubre de 2009

Sed de ti (Pablo Neruda)

Sed de ti

Sed de ti me acosa en las noches hambrientas
Trémula mano roja que hasta su vida se alza
Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía
Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas...

Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla
Cómo poder no amarte si he de amarte por eso
Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo
Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos
Sed de ti, guirnalda atroz y dulce
Sed de ti que en las noches me muerde como un perro
Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos

La boca tiene sed, para qué están tus besos
El alma está incendiada de estas brasas que te aman
El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo
De sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed
Y en ella se aniquila como el agua en el fuego

lunes, 12 de octubre de 2009

No sé, no estás aquí


No sé,
no estás aquí,
creo que jamás estuviste a más de tres cielos,
pude mirar las manchas en tu iris
himenópteros multicolores revoloteaban en ellos,
fue posible además,
sufrir
irrevocablemente
la caricia de tu aliento.

Cuántas veces me tocaste con las manos friísimas
y me acercaste tus piernas de hielo
y me pediste que te abrazara para compensar un poco
los climas de antiguos verbos

cuántas veces te dije lo indecible
y me hablabas del silencio
cuánta arena nos cubrió la boca de ofensas
de esperanzas rotas, de tristezas, grises celos

"Sed de ti me acosa en las noches hambrientas", dice Neruda,
enredo mis dedos, los tuerzo
muerdo mi resto de labios
hago nudos de sueño
meto en la caja rota recuerdos (bastardos del tiempo),
me callo,
imagino tus dedos
griegos
insuperables, perfectos
tocando con su yema mi silencio.

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